[vc_row row_type=»row» use_row_as_full_screen_section=»no» type=»full_width» angled_section=»no» text_align=»left» background_image_as_pattern=»without_pattern» css_animation=»»][vc_column][vc_column_text]Una copa de vino es el complemento ideal para cualquier vianda, ya sea como aperitivo o durante el almuerzo o la cena. Sin embargo, en muchas ocasiones desconocemos cuál es su temperatura ideal, un concepto fundamental para degustar todas sus propiedades. En una tierra como Jerez, en la que el vino forma parte de la cultura es bien sabido que cada uno tiene su recomendación, pues no es lo mismo beber fino, que oloroso o Pedro Ximenez.
Para el fino, la manzanilla o el Pale Cream, tres de las variedades del marco de Jerez, lo ideal es consumirlo a 7º. Hacerlo a menos grados impedirá percibir con propiedad su verdadero sabor. Un buen cream o dulce, por el contrario, se puede beber desde 8º a 13º. En el caso del amontillado o del palo cortado se debe degustar con un unos 14º, mientras que el oloroso, con 15º o 16º. A la temperatura de ambiente se debe consumir el Pedro Ximénez, un clásico en los postres.
Los vinos tintos o de Rioja también tienen sus particulares temperaturas. Así, los tintos jóvenes se deben presentar entre 12 y 15º para resaltar sus matices florales y frescura, los de crianza, entre 14 y 17º y los gran reserva son apropiados con 16 o 18º. Los de grandes añadas, por su parte, se deben consumir a unos 20º.
Mucho más fríos se deben servir los vinos blancos jóvenes y los rosados jóvenes, aconsejable entre 6 y 9 grados. En cambio, los blancos de crianza es menester tomarlos a una temperatura que oscile entre los 10 y 12 grados. De todos, el que más frío debe servirse es el cava y el champagne cuya temperatura debe estar entre 5º y 7º.
En definitiva, la temperatura es un aspecto relevante para degustar todo el sabor de un buen vino. Brindemos por ello.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]